Envejecer es un privilegio, un arte, un regalo. Sumar canas,
arrancar hojas en el calendario y cumplir años debería ser siempre un motivo de
alegría. De alegría por la vida y por lo que estar aquí supone.
No te lamentes
de envejecer.
Y es que vivir tiene la peculiaridad de que va de la mano
con el tiempo, que hace que en nuestro rostro aparezcan arrugas y que de vez en
cuando tengamos achaques. Pero todo eso es el reflejo de la vida, algo de lo
que nos podemos sentir muy orgullosos.
Tenemos que agradecer la oportunidad de cumplir años, pues
gracias a ella cada día podemos compartir momentos con aquellas personas que
más queremos, podemos disfrutar de los placeres de la vida, dibujar sonrisas y
construir con nuestra presencia un mundo mejor.
¿Cómo es posible que nos entristezca tener la oportunidad de
cumplir años?
Porque tenemos miedo de que al envejecer perdamos
capacidades, porque pensamos en la vejez como un castigo, de manera peyorativa
e humillante.
Del mismo modo cumplir años nos hace mirar hacia atrás y
plantearnos qué hemos hecho durante nuestra vida.
Dar gracias por cada año cumplido
Deberíamos agradecer a la vida la oportunidad de permanecer
y de tener la capacidad y la conciencia de disfrutar. ¿Qué sentido tiene
lamentarnos y quejarnos por tener posibilidades? ¿No es verdad que daríamos lo
que fuese por tener a aquellos que perdimos a nuestro lado? ¿Por qué no le
ponemos ganas a la vida y dejamos de disimular nuestro caminar?
Cumplir años debería ser un motivo de alegría. Cada día
significan 1440 minutos de nuevas opciones, de maravillosos pensamientos, de
cientos de matices en nuestros sentimientos.
Cada segundo nos hace más capaces de experimentar y de
aprovechar todas las opciones que nos brinda nuestro alrededor.
Cada año es una medalla, una oportunidad para atesorar
recuerdos, para hacer nuestros los instantes, para soplar las velas con fuerza
y orgullo.
Desea seguir cumpliendo sueños, segundos, minutos, horas,
días, meses y años… Y, sobre todo, poder celebrarlo con la vida y la gente que
te rodea. Que os veáis y os sintáis plenos, arrugados y felices.
¿QUE CUÁNTOS AÑOS TENGO?
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero
con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con
los dedos y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca
llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras un
remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar,
pues mis anhelos alcanzados, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis
ilusiones rotas…
Valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la
experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo
que quiero y siento.
Entre la niñez y la vejez hay un instante llamado vida
No te lamentes de envejecer. La vida es un regalo que no
todos tenemos el privilegio de disfrutar. Es un frasco de suspiros, de
tropiezos, de aprendizajes, de placeres y de sufrimientos. Por eso, en sí
misma, es maravillosa.
Y también por eso es imprescindible aprovechar cada momento,
hacerlo nuestro, sentirnos afortunados.
Acumular juventud es un arte que consiste en hacer que
importe la vida de los años más que los años de vida. En definitiva, hacer que
nuestra existencia tenga sentido. Envejecer es un regalo.
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